Cuando luce el sol veraniego, nos lanzamos a invadir las playas o conquistar la montaña. Para ello tomamos todo tipo de precauciones: escogemos la vestimenta más adecuada, preparamos comidas y bebidas, nos equipamos con toldos y sombrillas y nos aplicamos un fotoprotector adecuado sobre la piel.
Los grandes olvidados suelen ser los ojos y son muchos los que prescinden de usar gafas de sol, pensado que el toldo o la sombrilla suponen una salvaguarda suficiente.
Y es que poca gente sabe que el sol puede afectar a nuestros ojos de forma notable, incluso si estamos a la sombra o el día está nublado. Las consecuencias pueden ser muy graves, y de ellas hemos hablado con uno de los mejores oftalmólogos de Madrid.
Lesiones agudas producidas en los ojos por el sol
Se producen inmediatamente después de una excesiva exposición al sol sin protección:
- Fotoqueratitis: los rayos ultravioleta inflaman la capa más superficial del ojo. Es muy conocida por los esquiadores que se descuidan en algún momento la protección, ya que la radiación solar se multiplica al reflejarse sobre superficies claras. Sus síntomas habituales son dolor de cabeza, fotofobia, irritación y ardor ocular. El tratamiento es sintomático e incluye lágrima artificial y analgésicos.
- Retinopatía solar: es causada por la observación directa de un eclipse solar sin protección. Ocasiona daños graves en el polo posterior del ojo con síntomas como escotoma central y visión en tono rojo. No existe un tratamiento definitivo y óptimo, por lo que la prevención es la única alternativa efectiva.
Lesiones crónicas solares
La luz solar también puede producir lesiones crónicas en el ojo:
- Pinguécula: crecimiento amarillento dentro de la conjuntiva ocular, habitualmente cerca de la zona próxima a la nariz.
- Pterigión: crecimiento de tejidos carnosos y vasos sanguíneos de tamaño variable, que puede afectar a la córnea, impidiendo una correcta visión.
El tratamiento de estas dos lesiones crónicas es exclusivamente quirúrgico. Es necesario extirpar los crecimientos y realizar un injerto posterior.
Cómo proteger adecuadamente nuestros ojos de la radiación solar
La única manera efectiva de hacerlo es la utilización de unas gafas de sol adecuadas, muy especialmente en los meses de verano. Porque en verano el problema es doble: no solo hay muchas más horas de sol, sino que la potencia de la radiación se multiplica respecto al invierno.
En verano, el uso de gafas de sol debe hacerse extensivo a las horas centrales de los días nublados o brumosos: aunque no lo percibamos, estamos recibiendo una alta insolación.
Lo ideal es disponer de dos pares, uno de tonalidad oscura para los días soleados y otro con cristales más claros para los momentos en que el sol se camufla tras las nubes.
Una recomendación esencial es que adquieras tus gafas de sol en establecimientos de óptica que garanticen la homologación del nivel de protección UV. Únicamente de esta manera estarás 100 % protegido.
Ten en cuenta que las gafas de bazares y tenderetes no son seguras porque es muy posible que no dispongan de los preceptivos filtros solares. Ten en cuenta que un cristal oscuro no es sinónimo de protección.
Las gafas de sol y los niños
Un hecho especialmente preocupante es que apenas se ven niños que utilicen gafas de sol: los niños necesitan proteger sus ojos más aún que los adultos. Sus ojos son más sensibles a la radiación ultravioleta y la falta de protección puede provocarles daños oculares futuros.
Por lo tanto, es necesario que los niños utilicen gafas de sol desde las edades más tempranas.
Y un consejo final: usa las gafas de sol cuando estés bajo tu sombrilla. El reflejo de la radiación sobre la arena de la playa o sobre el agua afecta a tus ojos incluso si permaneces en la sombra.