Los regímenes, esa incesante en nuestras vidas. Prácticamente cualquier persona de edad adulta que conozcas ha hecho dieta alguna vez. Para adelgazar, para engordar, para sostener conseguir que los sacrificios en el gimnasio se vean más rápidamente… Son muchos los motivos por los cuales vale la pena cuidar la dieta, eludir consumir determinados comestibles o aun mudar la manera de prepararlos.
De todas y cada una , tal vez la más compleja de continuar es la dieta que se usa para bajar de peso. Acostumbran a ser los recorridos alimentarios más exigentes, pues precisan de suprimir algunos comestibles, manejar cantidades y, sobre todo, sostener un espíritu optimista para eludir caer en la tentación.
No obstante, hay que decir que no se trata de una situación tan compleja como puede parecer. Y, muy frecuentemente, la población por norma general termina cayendo en mitos que hacen que este proceso sea más duro. ¿No se pueden tomar dulces? ¿Quitar absolutamente el azúcar? ¿Todo debe cocinarse al vapor? ¿Y qué hacemos con los fritos?
La ciencia dietética ha avanzado mucho en ese sentido y, en los últimos tiempos, se han derruido muchas falsas opiniones sobre los regímenes. En verdad, hoy en día se puede hacer una dieta para bajar de peso aun consumiendo dulces y embutidos (toda vez que sean de calidad, como los de la selección de ibéricos extremeños de La Nevera Española: https://neveraespanola.com/embutidos/).
En este blog post te charlamos sobre de ser posible comer embutido si estás bajando de peso, por qué la chacina está asociada al incremento de peso, de qué forma se podría integrar en la dieta e inclusive te ofrecemos ciertas ideas sobre cuánto embutido integrar en tu dieta diaria para matar el gusanillo de comerlo sin que esto suponga tirar por tierra todo el trabajo de la semana.
¿El embutido engorda?
El embutido es un género de comestibles basados en la carne y la grasa animal. Por ende, sí, engorda. Mas esto no puede transformarse en una red flag: asimismo engordan las carnes y los cereales, y prácticamente cualquier otra cosa. Lo esencial en ese sentido va a ser buscar el equilibrio, saber distinguir qué embutidos engordan más que otros y, además de esto, en qué nivel se pueden incluir en la dieta a fin de que su efecto negativo sobre nuestro peso no sea singularmente elevado.
Centrémonos en el caso específico del embutido: ¿por qué tiene tan mala fama? Hay un motivo para esto: los embutidos son un género de comestible procesado, o sea, que precisa de una preparación, en contraste a un entrecot, por poner un ejemplo, donde el corte se presenta en la carnicería como tal.
Un espinazo, un jamón, un salchichón, una morcilla o una sobrasada han pasado por un proceso de preparación. Y con frecuencia en ese trabajo anterior al consumo se aúnan sales, porcentajes grasos, conservantes y otro género de elementos que no solo no asisten a perder peso, sino pueden ocasionar consecuencias negativas para la salud si se consumen en demasía.
Todo esto ha contribuido a esa mala imagen de los embutidos en los regímenes. Y, como hemos dicho, el preferir evitarlos tiene parte de veras. Mas la verdad es que los profesionales de los regímenes no los desaconsejan al 100 por ciento . En verdad, esto es malo por el hecho de que acostumbran a ser mordiscos que agradan mucho y que, en la mayoría de los casos, al ser retirados de los regímenes provocan el descalabro de exactamente las mismas.
Hay que actuar, con los embutidos, de una forma muy pedagógica: sabemos que el consumo en demasía no acostumbra a asistir a adelgazar, mas si se toman de forma moderada, pueden ser un mordisco más que genial para matar el deSeo, gozar de ciertos mejores sabores de nuestra gastronomía y no dejar la dieta a medio.
El inconveniente de la sal
Alén de todo lo indicado, la sal es otro de los grandes ‘problemas’ de los embutidos. En los procesos de preparación, los embutidos cuentan con un alto porcentaje de sodio en su receta. Y esto tiene unas repercusiones directas en el proceso de pérdida de peso: una alta ingesta de sal está relacionada directamente con la retención de líquidos.
La ecuación no tiene puntos flacos: si se retienen líquidos, se pesa más. Hay que meditar, a este respecto, que tomar cien gramos de embutido se traduce en un aporte de mil miligramos de sodio. Esta es una cantidad que supera, sobradamente, la cantidad de sodio recomendada para una persona adulta al día. De este modo, tomar un bocadillo de embutido puede suponer un ‘chute’ de sal que se cargue los datos positivos del día.
Nuevamente hay que hacerse la pregunta: ¿esto implica que hay que desterrar los embutidos de la nevera y de la despensa mientras que se hace dieta? No, esto desea decir que se aconseja cautela y apostar por un equilibrio.
Derruyendo mitos: no todos y cada uno de los embutidos son iguales
«Hay que quitarse los embutidos sí o sí». «No pruebes ni uno o vas a echar a perder la dieta». «Si comes jamón una vez por semana es tal y como si no hicieses nada por perder peso». «No existe ninguna dieta que te deje ni aproximarte a los embutidos». Estas son oraciones que se escuchan muy frecuentemente en las conversaciones sobre los regímenes. Mas hay algo que no se acostumbra a contemplar en estos casos: la palabra «embutido» abarca a una enorme familia de comestibles de variadísima clase, diferente origen animal y diferentes procesos de preparación.
Decir que en una dieta no se puede comer embutido sería el equivalente a señalar que la verdura sienta mal. ¿Verdaderamente toda la verdura sienta mal? Por norma general van a ser ciertas cosas específicas. Puesto que en la relación entre la chacina y el perder peso, igual. No se pueden juzgar todos y cada uno de los géneros de preparaciones con exactamente la misma encalla de medir: ciertas van a ser más convenientes que otras para incluir en la dieta.
¿Cuáles son los que menos engordan? Obviamente, los embutidos frescos, como el jamón cocido –sobre todo si es bajo en sal– son siempre y en toda circunstancia los preferidos en todas y cada una los regímenes. ¿Esto desea decir que no se puede meditar en embutidos curados? Solamente lejos: lo que sí va a ser interesante es conocer cuáles de ellos resultan más convenientes para añadir en el planning semanal.
Cecina: una alternativa poco famosa
La cecina, una suerte de jamón que se acostumbra a hacer con carnes de vacuno y un proceso de ahumado, entra en el top de las curaciones más apropiadas para el consumo en una dieta. Está calificada como un embutido bajo en grasas –9,5 gramos de materia grasa en todos y cada pieza de cien gramos–. La explicación es sencilla: los cortes escogidos para hacer este procesado son carnes muy magras, lo que hace que el contenido graso sea mínimo.
El punto negativo de la integración de la cecina a los regímenes es que la presencia de colesterol, por el contrario, es alta. Nuevamente, llamamiento a la prudencia: absolutamente nadie va a fallar en su dieta si se toma un par de pedazos de cecina por semana, mas tampoco se puede abusar de ella.
Espinazo embuchado: mordisco alcanzable
Del lacón pasamos a uno de los reyes de las tablas de embutidos: el espinazo embuchado. Con prácticamente veintiuno gramos de grasa por cada cien de producto, sí que requerirá un mayor control en el momento de incorporarlo al consumo frecuente en una dieta. Se afirmaría que es ese género de ‘pecados’ para cometer una vez por semana.
Sin embargo, cada vez aparece en más dietas debido a que su ingesta puede ser tenida como un fallo inconfesable: es de este género de comestibles que hay que hay que añadir para sostener un equilibrio estable entre el perder peso y el control de la ansiedad y el deSeo de comer cosas que agradan mucho.
El jamón ibérico: el rey de los embutidos
¿Y el jamón? Quizás una de las piezas más cotizadas en el planeta de los embutidos y de las que más acostumbra a doler perderse cuando se está en plena ‘operación bikini’. Puesto que acá va la sorpresa: vas a poder probar este exquisito mordisco e incorporarlo semana a semana a tu dieta sin temer a la báscula.
En el caso del jamón hay que hacer nuevas distinciones: no es exactamente lo mismo el jamón ibérico que el serrano –este último presenta más grasa–. Y, en verdad, asimismo sería interesante conocer las diferencias entre los diferentes géneros de jamones ibéricos para llegar a dar con la elección más interesante.
Si bien se podría meditar que el ibérico de bellota, al ser el jamón más codiciado, es el que menos afectaría a la dieta, esta vez debemos decirte que te has equivocado. El cerdo de bellota contiene veintidos con dos gramos de materia grasa por cada 100 gramos, al paso que el jamón ibérico de cebo reduce su presencia grasa hasta los diecinueve con dos. La diferencia semeja poca, mas la verdad es que si estamos en un proceso de pérdida de peso, puede ser vital.
Sin embargo, el jamón se posiciona una vez más como el rey de los embutidos: el equilibro entre sabor, nivel de consecuencias para la dieta y beneficios para la salud lo transforman en la mejor elección en los procesados.
De qué forma comer embutido con moderación: las cantidades recomendadas
Empleemos datos oficiales: la OMS estima que introducir embutidos de calidad en la dieta no he de ser considerado un tabú, mas sí que advierte de una ingesta desmedida en algunos casos.
Para la comunidad sanitaria, agregar hasta veinte gramos al día de embutido no tiene por qué ser malo, ni afectar de forma negativa a una dieta para perder peso. La traducción al día a día es que no hay inconveniente por incorporar una loncha de jamón –o aun de salchichón o chorizo– a una torrada a media mañana: el organismo se sostendrá sano y, además de esto, la balanza no va a dar una sorpresa negativa al final de la semana.
Otra alternativa es, como aconsejan los nutricionistas, guardar la «carta» de los embutidos para prepararse un almuerzo una o un par de veces a la semana y gozar del aroma de una buena tabla de ibéricos excepcionalmente. Es otra forma de no quitar por completo la presencia de estos mordiscos, mas sí ser más exigentes con la dieta.
La calidad: un imprescindible
Hay algo más a tener en consideración en el momento de introducir embutidos en los regímenes para perder peso: la calidad de exactamente los mismos. Escoger entre una pieza elaborada con un menor porcentaje de conservantes y elementos químicos o una que no cuide tanto estos detalles es absolutamente relevante tanto para el peso para la salud.
El etiquetado es un enorme aliado en este sentido: merced a la parte técnica del mismo se puede revisar cuántos y qué géneros de aditivos aparecen en todos y cada pieza de embutido y, en consecuencia, tomar la resolución de consumirlo o no. Normalmente, las casas que trabajan bajo los métodos tradicionales siempre y en todo momento van a dar embutidos más sabrosos y saludables que las grandes fábricas que copan el mercado.
Queda probado que no hay que rehusar los embutidos sí o sí sin pensar: como cualquier clase de comestible alén de las verduras, la ingesta de embutidos no tiene por qué ser perjudicial mientras que se haga con moderación, apostando por fabricantes de primera categoría y conociendo todos estos detalles sobre qué comestibles son más convenientes que otros en la enorme familia de la chacina y los embutidos.
Se puede perder peso de una manera saludable, paulatina y en un medio plazo sin sacrificar estos deliciosos mordiscos que son parte de la cultura gastronómica de España y que, además de esto, están de manera perfecta integrados en las recetas de la dieta mediterránea, considerada la dieta más equilibrada del planeta.
Siguiendo los consejos que hemos ofrecido sobre los embutidos con menos contenido graso y los porcentajes de consumo recomendados por los profesionales del planeta de la dietética, vas a ver como tu báscula va dando los resultados deseados… Y vas a poder darte ese caprichito de recortar una loncha de jamón más para gozar de los matices de uno de los comestibles más conocidos del planeta.